Ya en Madrid, el transporte ideal, desde mi
punto de vista, es el “Metro”, por su rapidez y prestaciones. Según decía
Vernon A. Walters, Subdirector de la CIA, quien hablaba con fluidez siete
idiomas y conocía de memoria los trenes suburbanos de todo el mundo, el de
Madrid era ya entonces, hace muchos años, uno de los mejores.
Ha cambiado a mejor en limpieza, calidad
del servicio y rapidez, y sus usuarios son ahora mayoritariamente ejecutivos
enchaquetados, alumnos extranjeros del programa Erasmus, inmigrantes
sudamericanos y árabes y empleados en cambio de turno. Ya no se leen libros ni periódicos
sobre papel, sino alguno de esos artilugios electrónicos que reproducen libros,
prensa o correos electrónicos.
48 horas permiten, si se dispone de un
transporte adecuado, visitar a la familia, tomar una copa con algún amigo,
almorzar con compañeros de promoción de la Armada y recordar en agradable compañía,
momentos vividos juntos en nuestra lejana juventud.
48 horas dan para mucho, incluso asistir al
primer almuerzo institucional de la Asociación de ExMiembros del Servicio de
Inteligencia Español. Ese era el objetivo del viaje, participar en ese primer
contacto de la AEMSIE, nombre un tanto complicado de pronunciar, pero, dado el carácter
de la Asociación, ¿quién va a extrañarse de esa pequeña dificultad?
El caso es que se ha constituido y
registrado la Asociación de ExEspias españoles y que, además, se puede hablar públicamente
de ella, darla a conocer al gran público y personas interesadas en estas
cuestiones, todo abierto y transparente. Bueno todo no. Las actividades, los
nombres, el despliegue, y unas cuantas cosas más no pueden ser reveladas.
Acostumbrado a mantener en secreto la pertenencia
al Servicio de Inteligencia durante tantos años, confieso que resulta extraña
esta nueva situación. Incluso se han organizado seminarios, conferencias
divulgativas y cursos de “Cultura de Inteligencia” en algunas universidades.
Situación extraña pero muy positiva. Tras
mis conferencias y entrevistas de prensa, he podido comprobar el altísimo grado
de ignorancia que existe en la sociedad sobre estas cuestiones. Una realidad
deformada por el secretismo y la influencia de la abundantísima ficción escrita
o filmada del mundo del espionaje.
Ahora se podrá hablar abiertamente de estos
temas, manteniendo, lógicamente, las reservas necesarias sobre cuestiones
concretas, pero ese cambio es suficientemente importante y favorecerá el
conocimiento de una realidad oculta hasta ahora.