El pasado día 9 de Noviembre se
cumplieron veinticuatro años de la caída del Muro de Berlín, vergüenza y
símbolo del comunismo que imperaba en toda la Europa del Este tras la II Guerra
Mundial.
Tuve
la oportunidad de vivir en primera fila todo el proceso del derrumbamiento de
esos regímenes totalitarios, cuyos ciudadanos añoraban el nivel de vida y
libertades que apenas atisbaban al otro lado de Europa. Solo el miedo que provoca un régimen de
férreos controles policiales lograba mantener sometidos a millones de
ciudadanos.
No
hace falta profundizar en las características más destacadas del comunismo que
sufrió por décadas esa parte de Europa, pero si quiero destacar el altísimo
grado de corrupción de sus dirigentes y las
tremendas diferencias sociales entre la ciudadanía y los miembros
destacados del partido.
La
crisis financiera provocada en 2007 por los créditos subprime en los Estados
Unidos y la consecuente quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008
arrastra a todo un sistema, el capitalista, que había merecido el sobrenombre
de salvaje.
La
única característica común de ambos sistemas, comunismo férreo en el Este y
capitalismo salvaje en Occidente, ha sido la corrupción de quienes detentaron el poder político o económico en cada caso. Y
en ambos la corrupción ha sido el origen del fin, sin que los culpables, salvo
pocas excepciones, hayan pagado a la sociedad por el mal causado.
La
corrupción ha sido y sigue siendo más grave, con consecuencias más nefastas para
los ciudadanos, en los casos en los que quienes han ejercido el poder lo han
hecho de una forma más continua y dilatada. En la mente de todos están los
líderes mundiales que, elegidos o no, cuentan por décadas sus mandatos, pasados
o actuales, y es fácil analizar las consecuencias para sus países.
Pero
la corrupción no solo es patrimonio, nunca mejor dicho, de las máximos
responsables políticos. Se extiende a todas las capas dirigentes, a muchas
personas que por ejercer algún grado mayor o menor de poder han tenido la
ocasión de enriquecerse con dinero público.
La
subida que se está produciendo de los partidos nacionalistas y xenófobos de
extrema derecha en toda Europa no sabemos en qué puede desembocar. En su
mayoría son euroescépticos y si lograran el suficiente poder supondría un paso
atrás importante en la construcción de la Unión Europea o incluso su
desaparición, extremarán los controles de la inmigración e incluso se
producirán expulsiones masivas, como los gitanos de Francia.
Sea
el que sea el régimen que se termine instalando en Europa, el control de los
dirigentes, no solo su elección, debe volver a los ciudadanos, que no súbditos
y una de las exigencias que deben imponer es la limitación de mandatos a todos
los niveles políticos de las administraciones, hasta justo llegar al nivel
técnico, donde deben ejercer profesionales cualificados.
Desde
que existe la humanidad ha habido liderazgos, dirigentes y sistemas de
organización de las comunidades. Las experiencias en la vieja Europa han sido
muy variadas según las épocas de la historia y, con avances y retrocesos, la
resultante ha sido mejoras sociales, a veces tras cruentas guerras, que nos han
llevado a la sociedad del bienestar de la que nuestra generación ha disfrutado.
El
futuro, que está sin escribir, quizás nos aporte nuevas ideas, nuevos sistemas
económicos y políticos, una tercera vía equidistante de nuestros más recientes
fracasos, pero estoy seguro de que tras las experiencias vividas, la ciudadanía
no se dejará arrebatar, una vez más, la posibilidad de ser dueña de su futuro.
Proliferan
movimientos ciudadanos que pretenden, justamente, ejercer el control sobre los
dirigentes políticos. Evitar, hasta donde se pueda, un regreso a uno u otro
extremo del espectro, comunismo o capitalismo, la dictadura de los partidos
políticos, la partitocracia que impera en nuestras sociedades.
Ya
me he referido en artículos anteriores al ex ministro del Gobierno de Adolfo Suarez, José
Manuel Otero Novas, una de los artífices de la transición política española a
la muerte de Franco, y en la actualidad preside el Instituto de Estudios de la
Democracia de la Universidad San Pablo – CEU, y a la reciente publicación de su
Aula Política, titulada “Recuperar España. Una propuesta desde la Constitución”,
como una muestra más de la inquietud social ante un auténtico vacío ideológico de
la política actual.
El
próximo viernes 22 de noviembre se inauguran en el Ateneo de Cádiz las “Tertulias
Políticas” con periodicidad mensual, en un intento más de encontrar nuevas
vías, nuevas salidas a una situación transitoria entre dos sistemas fracasados
y que tantas víctimas han dejado por el camino. Otero Novas será su primer
ponente, Mocho Pérez y yo coordinaremos la tertulia. Ya les tendré al
corriente.
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