lunes, 28 de julio de 2014

ESPAÑA



      Como el año pasado, este final de julio he asistido al Curso de Verano que organiza la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) en Santander y, este año, también en Covadonga (Asturias), cuna de la nación española.

      Los temas de estudio de Covadonga, “Iglesia y sociedad en la España de la Restauración”, y de Santander, “Ángel Herrera Oria y la Generación de 1914” han puesto de manifiesto la importancia de hombres y mujeres, nacidos a finales del siglo XIX, en la política, la literatura, la pintura, el periodismo y la vida social de la España de la Restauración.

      Ángel Herrera Oria, periodista y cardenal de la Iglesia Católica, primer presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, fundador y director del periódico “El Debate” (1910 – 1936).

      José Ortega y Gasset, filósofo y escritor (“Meditación del Quijote”, “La rebelión de las masas”, “España Invertebrada”) periodista, colaborador del diario “El Sol” y fundador y director de la “Revista de Occidente“, diputado por León, solo dura un año en esta función, en la que cesa en diciembre de 1931 tras criticar a la Republica en su conocido discurso “Rectificación de la República”.

      Manuel Azaña, Doctor en Derecho, periodista, colaborador de varias revistas y diarios, escritor y político, Ministro de Guerra, Presidente del Gobierno y Presidente de la República. Destaca su estudio sobre “La Política Militar de la República Francesa”.

        Antonio Bermúdez Cañete, economista, abogado y periodista, corresponsal de “El Debate” en Alemania de donde fue expulsado por el nazismo, cubrió la guerra de Abisinia y fue asesinado en 1936 en la checa de Bellas artes.

Situados cronológicamente entre las generaciones del 98 y el 27, Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Gustavo Pittaluga, Gregorio Marañón, el poeta Juan ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Américo Castro, y Claudio Sánchez Albornoz entre otros.

Hay también una notable presencia de mujeres en la generación, que contó con las primeras que pudieron tener una formación universitaria, como María Goyri (esposa de Ramón Menéndez Pidal), Zenobia Camprubí (casada con Juan Ramón Jiménez), la pedagoga María de Maeztu, Clara Campoamor y Victoria Kent. Y entre los discípulos de Ortega, destaca especialmente María Zambrano.

Se dio la circunstancia de que muchos de estos intelectuales del 14 recibieron su formación en la Alemania, sin embargo, al estallar la I Guerra Mundial en 1914, todos ellos se posicionan del lado de los aliados.

Una semana hablado y debatiendo sobre la España de 1914, pero también, por similitudes evidentes, para quien haya estudiado la historia de la “Restauración Borbónica en España” (1874 – 1931), sobre la España de hoy, sobre todo su situación política y social.

Todas y cada una de las conferencias y sus coloquios subsiguientes, han sido del mayor interés, no solo por la actualización de conocimientos, sino por la interpretación de lo acontecido con la perspectiva de un siglo y sobre todo, las posibles proyecciones del pasado sobre el futuro más inmediato.

Se habló, como digo, de la política, la historia,  la religión, la filosofía, y el periodismo y sus protagonistas  de 1914 y sus similitudes con 2014. Cada uno de estos temas daría para muchos artículos de este blog, pero no es mi intención reproducir aquí tan intensos debates, me limitaré, en próximas fechas, a plasmar en diversos artículos, a modo de corolario, lo que pienso que puede resultar de más interés para mis lectores: las posible proyecciones al momento presente de lo acontecido en aquellos convulsos años de principios del siglo XX.



Una cosa adelanto desde este momento: la preocupación de aquellos intelectuales de 1914 era España, la idea de España, el proyecto de España, el futuro de España como nación. Hoy, nuestros “intelectuales” se pierden en otro tipo de disquisiciones más particulares, menos de conjunto, obsesionados con sus partidismos y localismos. Las consecuencias no pueden ser buenas.  

sábado, 19 de julio de 2014

JENARO

Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 19 de Julio de 2014


No es un caso aislado, aunque este haya ocupado las cabeceras de los periódicos y las aperturas de los informativos con un impacto mediático considerable.

Jenaro García, creador y Administrador de Gowex es solo uno más de los muchos empresarios españoles, ambiciosos y sin moral, para los que todo vale. Su única meta es el enriquecimiento rápido y desproporcionado. Lo que podía haber sido una empresa modelo, con una idea de negocio muy acertada, ha muerto del mal común de muchos empresarios: el crecimiento incontrolado.

Cuando el tamaño del negocio se vuelve incontrolable, empiezan a aparecer la falta de liquidez, los créditos para tapar agujeros, los impagos a proveedores…la única salida, piensa el empresario que se ve en esta situación, es la huida hacia adelante.

He conocido personalmente dos casos similares a Gowex, uno en Cataluña y otro en Andalucía, y que, aunque operaban en sectores muy distintos, tuvieron un proceso similar que terminó en un desastre.

Jenaro García recurrió, lo mismo que los casos que conozco, a falsificar balances y cuentas de resultados, a maquillar su declaración de la renta y así, con toda clase de documentos falsos, recorrer banco tras banco hasta dar con el que picara y le concediera un nuevo crédito que sabia positivamente que nunca iba a poder devolver.

El empresario de San Cugat del Vallés, llegó a viajar a Italia para solicitar créditos a la banca de ese país. Pero volvió de vacío. Entonces optó por bancos españoles pero alejados de Cataluña, donde no le conocieran, pero tampoco obtuvo los 6 millones de Euros que necesitaba. Cerró la empresa, vendió todos los activos y pagó hasta donde pudo.

En al caso andaluz, al empresario no se le ocurrió más solución que fingir su muerte y quitarse de en medio, no sé si de forma definitiva o hasta que escampara y todos se olvidaran de él.

Jenaro García lo tiene muy difícil. Una auditoría ha descubierto sus  trampas y, sin tiempo a reaccionar, ha optado por confesar y afrontar lo que le venga encima que no será poco. Hasta el último día se dirigió a sus empleados y socios asegurándoles que la empresa iba magníficamente. Otra característica común: la mentira.


sábado, 12 de julio de 2014

LEGITIMACIÓN DE LA VIOLENCIA



Ya en febrero de este año escribía sobre la violencia callejera (“El Imperio de la Violencia” 01.02.14) con motivo de los sucesos del barrio de Gamonal en Burgos y Alcorcón en Madrid, donde los manifestantes violentos consiguieron sus propósitos, el cese de la construcción de un aparcamiento subterráneo en Gamonal y la externalización del servicio de recogida de vidrio en Alcorcón. En ambos casos se trataba de acuerdos en firme de los respectivos ayuntamientos, representantes legítimos de todos sus ciudadanos.

          No mucho más de un centenar de antisitemas, infiltrados entre los pocos miles de pacíficos manifestantes, en lo que se pretendía una manifestación reivindicativa a la que  todos los ciudadanos tenemos derecho, han causado importantes destrozos en el mobiliario urbano y bienes privados, han herido a policías y, lo que es supone un hito para los violentos: han logrado cambiar decisiones tomadas democráticamente, aunque no fueran del agrado de una minoría.

    Dirigentes políticos como Diego Valderas (IU),  nada menos que Vicepresidente  de la Junta de Andalucía, animó a los violentos con declaraciones como: “Ha habido victorias importantes de las movilizaciones como las mareas blancas de carácter sanitario o los ciudadanos de Gamonal, que dijeron que no se pueden hacer políticas contrarias al conjunto de los ciudadanos”, dando por buenos los actos violentos que unos pocos protagonizaron.

          Escribía José Aguilar en el Diario de Cádiz del 11 de febrero pasado: “Su táctica (la de los antisistema) apuesta sobre seguro. Si la lucha cívica en la que se introducen acaba logrando resultados, rápidamente se apropian del éxito, que deja de ser de los vecinos que la iniciaron para atribuírselo al ejercicio de la violencia. El desorden es la única forma de derrotar al poder: Si la lucha fracasa, siempre será por culpa de las fuerzas represivas del Estado.” Y añadía: ”La violencia callejera no es peligrosa en sí misma, sino como síntoma de incapacidad del sistema democrático.”

        En Andalucía, el  SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores) que lidera el parlamentario andaluz de IU Sánchez Gordillo, cuando se le pasa por la cabeza asalta supermercados, ocupa fincas públicas y privadas sin que la Justicia le haya condenado, ni a él ni sus correligionarios, dando por buenas estas acciones violentas.

          A El Puerto de Santa María (Cádiz), se desplazaron, en el convulso mes de febrero pasado, cuatro jóvenes “del barrio burgalés de Gamonal” ofreciéndose a un grupo de vecinos que se oponen a la construcción  de dos aparcamientos subterráneos aprobados por el pleno de su ayuntamiento y a todas luces necesario para la ciudad. Los “jóvenes de Gamonal” proyectaron vídeos y explicaron su idea de lo que es una manifestación “pacífica”. Se fueron, pero volverán porque el tema no está resuelto. Vendrán con sus vídeos y tácticas de guerrilla urbana “para defender los derechos de los portuenses". “La gente del pueblo tenemos la fuerza, solo tenemos que creérnoslo. Si hace falta venimos aquí a echaros una mano”. Ya conocemos en qué consiste eso de “echar una mano”.

          La “marcha de la dignidad” del 22 de marzo pasado en Madrid, se saldó con más de cien heridos, dos tercios de ellos policías. Los convocantes de la marcha, partidos de izquierda, no han condenado los hechos, más bien han defendido su derecho de manifestación, se apuntan al “cuanto peor, mejor” y protestan por la “brutal intervención de la Policía”, poniendo sus cabezas para que se las partan, añado.

          Estos activistas buscan, precisamente, que se produzca una fuerte represión policial, que esta sobrepase los límites de la moderación y proporcionalidad deseables y hacer de ello la bandera que justifique nuevas acciones aun más violentas. Dicen querer destruir el malvado sistema capitalista, pero como no es posible mediante las urnas, creen que mediante su alineación con los más perjudicados por la crisis económica y que las protestas violentas, y la consiguiente represión, acabarán levantando a las masas en contra del sistema hasta su destrucción y sustitución por una democracia asamblearia.

          No es solo la violencia de estos grupos organizados y entrenados en este tipo de acciones de masas. La violencia de determinados individuos, como el que agrade en el metro de Barcelona a un joven de rasgos orientales, o en una playa nudista de Almería frecuentada por homosexuales, o el que prende fuego a una tienda por vender banderas inconstitucionales, o palizas a compañeros de colegio grabadas y puestas en las redes sociales, son solo muestras de una situación a la que las autoridades no han sabido poner freno y amenaza con extenderse peligrosamente.

          Toda violencia es condenable, sea homófoba, racista, sindical, de extrema derecha o de izquierda y debe ser castigada en su justa medida, no solo con carácter represivo, sino ejemplarizante, que evite las tentaciones de imitación. La proporcionalidad en el castigo, a veces tan difícilmente medible, debe ser una constante que evite, o trate de evitar los efectos de simpatía y defensa de los violentos, como ha declarado el líder sindical Cándido Méndez,  en defensa de los taxistas en huelga de Madrid y Barcelona que agredieron brutalmente a sus compañeros de profesión que no se sumaron a la huelga, acusando al Gobierno de represivo.

          Declaraciones coma la del, hasta hace poco, líder de los socialistas vascos Paxi López: “El Gobierno está intentado privatizar la libertad de expresión” en referencia la nueva Ley de Seguridad Ciudadana que prepara el Gobierno, o la del Coordinador General de IU, Cayo Lara:”Hay que tirar del hilo y ver a quien favorecen los encapuchados embarazosos” en referencia a los grupos violentos que se infiltran en las manifestaciones pacificas y que terminan en graves disturbios, no ayudan nada, sino todo lo contrario, a la eliminación de la violencia política en nuestra sociedad.

          No solo algunos políticos y sindicalistas de izquierda justifican la violencia, matizada o sin matizar (el último de ellos el mediático líder de Podemos, Pablo Iglesias), sino que los propios jueces, aquellos a quienes se les supone mayor formación jurídica y sentido de la responsabilidad al aplicar las leyes, acaban de darnos a todos los españoles de bien, un palo en forma de sentencia, del que nos va ser difícil recuperarnos, cundo absuelven a los 19 individuos violentos (no puedo escribir los calificativos que me vienen a la cabeza) de Barcelona que, en junio de 2011, rodearon el Parlamento Catalán y trataron de impedir el acceso a los diputados mediante empujones, golpes, insultos y lanzamiento de objetos. El presidente Artur Mas tuvo que acceder en un helicóptero.

          La sentencia de la Audiencia Nacional, con el voto en contra del presidente del tribunal, el juez Grande – Marlaska, no tiene desperdicio. Transcribo algunos párrafos en los que los magistrados “entienden que la protesta estaba amparada por el derecho de manifestación y dirigida a dar voz a los desfavorecidos por las políticas denominadas de austeridad”, y añade más adelante: “Los participantes (los salvajes, apostillo), buscaban dialogar con los representantes parlamentarios, trasladándoles el malestar y las consecuencias de los presupuestos que iban a votar”.

         Llegados este punto, ¿quién defiende el normal desarrollo de la vida ciudadana? ¿quien para esta peligrosa escalada? ¿es incapaz el sistema democrático de poner freno a la violencia? cuando políticos, sindicalistas  y hasta jueces, justifican (y animan de paso) la ley de la selva, los comportamientos violentos de unas minorías muy activas dispuestas a emplear todo tipo de violencia para lograr sus objetivos, con razón o sin ella.

sábado, 5 de julio de 2014

REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA

Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 05 de Julio de 2014

     Es la frase de moda, aunque cada uno la llame de forma distinta, desde el antisistema Podemos (que quieren cambiarlo todo), pasando por los candidatos a la secretaría general del PSOE y llegando a Mariano Rajoy (que quiere cambiar muy pocas cosas).

      Por fin, aunque muy tarde, nuestros políticos se han convencido, o más bien los ciudadanos les han hecho ver, que la Constitución, nacida hace 36 años, en muy distintas circunstancias sociales, económicas, políticas y mundiales, necesita algunas actualizaciones y mejoras, tras las experiencias acumuladas.

      Han caído en la cuenta, insisto en que muy tarde, de que con este invento de las autonomías se ha creado un monstruo administrativo con 18 cabezas y un funcionariado muy superior al de países que nos doblan en población. El problema es que hay que tener mucho valor y jugarse muchas cosas para desmontar, si quiera parcialmente, un tinglado que da de comer a cientos de miles de políticos y funcionarios.

      Se han caído del guindo y empiezan a pensar en democratizar sus chiringuitos, hacer primarias, listas abiertas y lo que se tercie, todo menos irse a su casa o buscar otra ocupación, sobre todo si no saben hacer otra cosa.

      Los dos partidos que nos han gobernado hasta ahora le han visto las orejas al lobo, sobre todo el PSOE, con la aparición o el crecimiento de pequeños grupos que han conseguido una notable aceptación popular y pone en peligro el cómodo bipartidismo que estamos viviendo. Cómodo para ellos que aceptan la alternancia como mal menor.

      Los políticos ya saben que hay que estar más pegados al suelo, dar cuenta a sus electores del cumplimiento de sus promesas, ser transparentes, sobre todo en cuestiones económicas, y ganarse el sueldo con un trabajo siempre fiscalizado por los electores.

      Ya he dicho al principio que según qué partido o que líder, regeneración democrática quiere decir cosas distintas, pero es que si no se ponen de acuerdo no llegarán a ningún sitio, porque ya la experiencia democrática de estos 36 años nos dice que los cambios que un partido hace durante su mandato el  siguiente lo deshace nada más llegar al Gobierno, como por ejemplo las siete leyes de educación.

         Así las cosas veremos en qué queda toda esta repentina fe democrática.