Publicado en el Diario de Cádiz el sábado 14 de febrero de 2015
Le conocí en 1982 en La Coruña (escribo en español, como escribiría Nueva York o Londres), cuando aun no era su alcalde y el PSOE no había ganado las primeras elecciones generales. Fui expresamente a verle, junto con otro compañero, para un asunto de gran importancia política que nos llevó, de regreso, a visitar también a Enrique Múgica, por entonces presidente de la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados.
Le conocí en 1982 en La Coruña (escribo en español, como escribiría Nueva York o Londres), cuando aun no era su alcalde y el PSOE no había ganado las primeras elecciones generales. Fui expresamente a verle, junto con otro compañero, para un asunto de gran importancia política que nos llevó, de regreso, a visitar también a Enrique Múgica, por entonces presidente de la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados.
Recientemente, en Jerez, asistí a una conferencia suya tras la
que recordamos aquel encuentro del 82. Entre ambos encuentros, Francisco
Vázquez ha sido alcalde de La Coruña elegido siempre por mayoría absoluta y
Embajador de España en la Santa Sede, destino que colma su sueño de católico
practicante, como le gusta identificarse.
Luego le oigo habitualmente en tertulias donde su ponderación,
sentido común, fidelidad a sus convicciones políticas y patriotismo destacan entre tanta mediocridad a
la que nos tienen acostumbrados los políticos actuales.
Le traigo hoy a esta columna, después de
asistir, a través de los medios de comunicación, al espectáculo del PSOE de
Madrid y la implicación de sus compañeros de partido andaluces en casos de
corrupción como los “eres” y cursos de
formación.
Es muy grave, no ya para el PSOE, sino
para España, que el partido que más tiempo ha gobernado y alternativa real al
Gobierno de la Nación, no haya sabido realizar la renovación de sus dirigentes
sin perder calidad humana y política, sin encontrar líderes que no nos hagan
añorar a los Paco Vázquez, Enrique Múgica o Joaquín Leguina, por citar solo
algunos de una nómina más numerosa, a los que, aunque no se compartan ideales y
principios, hay que reconocerles su sentido de Estado, su búsqueda del bien
común por encima de intereses personales o partidistas.
Se me podrá decir que tampoco los
políticos de la Transición fueron tan ejemplares, o al menos no todos, pero uno
de ellos, Alfonso Guerra, el de más larga experiencia, a una pregunta mía al
respecto, en una mesa redonda en la Universidad de Cádiz, respondió que uno por
uno, e incluía a los de su partido, los de hoy no resistían la comparación.
Gran tipo Paco Vázquez, da gusto oirle hablar
ResponderEliminarUn abrazo